Es complicado
escaparse
de uno mismo.
Llenar la bañera,
caer de la cama,
descubrir
que hace mucho
que perdí todo
lo que pudiera
relacionarse
con el orgullo
y que mi cuerpo
se ha convertido
en la quinta columna
de un cruel enemigo:
el dolor.
Cuando las canciones
tenían un sentido,
mi vida,
creo recordar,
también lo tenía.
A día de hoy,
con tener
un mínimo control
sobre mi existencia,
me conformaría.
Jugueteo
con el revólver
que alguien
dejó olvidado
en la mesilla
de mi habitación
de hotel,
de hotel,
y pasa por mi cabeza
la idea de decorar
las paredes
con mis sesos.
Es un pensamiento
efímero, fugaz
como la felicidad
y es que,
realmente,
no moriría
por nadie
y, aún menos,
por mí.
Escarbo
entre recuerdos
buscando un hueco
para la esperanza
mientras continúo
con mi huída
hacia adelante.
En el fondo
la vida
no es más
que eso.
buscando un hueco
para la esperanza
mientras continúo
con mi huída
hacia adelante.
En el fondo
la vida
no es más
que eso.
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